Sin duda, en la triada procesal
quien lleva el papel más difícil es el juzgador, ya que él determinará,
atendiendo a las versiones presentadas por ambas partes, cual tiene la razón y por
tanto, la pretensión válida. Resulta casi imposible tomar una determinación que
deje conformes a ambas partes, por lo que la labor del juzgador incluye
fundamentar y motivar su decisión, que incluso puede ser impugnada ante un juez
superior y revertida.
Aquella vieja afirmación de
Aristóteles de que el derecho y la justicia eran lo mismo, es decir, que las leyes
son justas por naturaleza, ha quedado en el pasado, un claro ejemplo de esto es
la doctrina del control de convencionalidad, por medio de la cual la Corte
Interamericana de Derechos Humanos reafirmó la obligación de los jueces
nacionales de invalidar o en su caso inaplicar las normas jurídicas nacionales que
fueran contrarias a los derechos humanos reconocidos por los tratados
internacionales en materia de derechos humanos, así se puede apreciar que este
tribunal internacional superpone la justicia y el respeto a los derechos
humanos sobre el cumplimiento de las leyes nacionales.
Esta reciente doctrina es un reto
para los jueces mexicanos, cuya tradición se basa en aplicar las leyes, pues es
un nuevo paradigma que debe ser integrado a las labores judiciales, en razón de
la resolución de la SCJN en el expediente varios 912/2010.
La Suprema Corte sabe que no es fácil
que los jueces comiencen a utilizar esos nuevos criterios, por lo que ha
implementado diversos protocoles de actuación para quienes imparten justicia, que
buscan establecer criterios objetivos para la utilización de los juzgadores.
Esos protocolos explican a los
juzgadores conceptos claves que deben conocer y tomar en cuenta cuando analizan
los casos que se les presentan, para hacer efectivo el derecho a la igualdad, a
partir de las desigualdades de las partes. Resulta importante establecer parámetros
objetivos que permitan a los juzgadores tener elementos adicionales para realizar
esa tarea de manera eficiente, sin embargo, la carga emocional y el sentimiento
de justicia que impera dentro de cada juzgador no puede ser ignorado y puede
ayudar de mejor forma a hacer efectivo
el valor justicia.
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